Por José A. Ciccone
 
Seguirá siendo el arma más poderosa para todos los que desean iniciar un negocio y confían en que sus ideas se hagan realidad mediante un emprendimiento. Por poner solo un ejemplo, en los Estados Unidos desaparecen, solamente a los dos primeros años de iniciar, el 80 por ciento de cualquier intento de nuevo negocio. En México esa cifra se reduce considerablemente porque el emprendedor hace cualquier cosa por sobrevivir, hasta lo que no es recomendado como empeñarse hasta el cuello, comprometiendo a su familia y amigos, que es la forma perfecta para desaparecer como intento de negocio.
 
El emprendedor debe poseer una característica saliente que es la libertad interior, algo que no tiene el que busca hacer lo que le da la gana, por el contrario, tiene libertad interior el que busca hacer lo que realmente le conviene. Pongo este ejemplo, según los libros más serios de historia, dicen que George Washington rehuyó a 27 batallas porque consideraba que entrar en alguna de ellas sabiendo que no tenía posibilidad de ganar, era mentalidad de perdedor, porque no hay mérito en el esfuerzo estéril ni en los productos que no funcionan, ni en las ideas geniales que nadie exige, porque sólo sobreviven aquellos que tienen claro el negocio y el producto. Y que no quieren forzar el mercado, sino que diseñan sus productos en base a lo que el mercado pide. Más o menos que la base de cómo puede volar un avión. Los aviones son succionados por el aire. El paso del aire de arriba del ala produce una sustentación que es el vacío. Algunos emprendedores creen que el mercado se empuja y no es así, porque como el avión, el mercado absorbe. Si empujamos al mercado, vamos a generar una fuerza igual contraria que nos llevará a la nada. Ninguna nave despega sin conocer el parte meteorológico y en los negocios este parte meteorológico es el escenario futuro del mercado, que debe resistir ensayos. Un deportista exitoso dijo una vez que “cuanto más me entreno, más suerte tengo”, si trasladamos esto a un emprendedor diremos que “cuanto más conozco a mi producto y mi mercado, más suerte tengo”. El que no sabe es como el que no ve; y el que cree que sabe, no ve ni escucha.
 
En los negocios como en otros aspectos de la vida, la clave está en saber escuchar a los demás y no sólo al cliente, el colega, un familiar o amigo miope comercial, sino al propio mercado que todos los días pide a gritos nuevas cosas. La clave del éxito es saber qué es exactamente lo que demanda el consumidor. Tampoco hay que creer que todo está inventado, porque eso lo decían mi mayores en los años sesentas, cuando no existían millones de productos, desde los de más alta tecnología que hacen la vida más fácil, hasta los más banales, que tenemos hoy a nuestro alcance.
 
Dejo para el cierre uno de los componentes más importantes en el emprendimiento de un negocio que son las bases en los aspectos funcionales, ideológicos y morales, porque la ética y la moral siempre apuntan a la convivencia. Sin embargo, como sucede con el avión, cuánto más alto hacemos volar un negocio, como empresarios experimentamos el vértigo de la altura, cada vez nos sentimos más solos y la tendencia es perder piso, olvidándonos que es precisamente ahí, desde donde pudimos elevarnos.
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