Por José A. Ciccone

Los que me conocen y tratan hace muchos años, saben bien que soy de los que aman el trabajo que hago sin importar las horas que le dedique en cuerpo, mente y alma, hasta en ocasiones y malamente no reconocer ni frecuentar el descanso, sin embargo mis líneas de hoy asumen otro ángulo de los que para algunas personas representa el tiempo empleado.

Muchas veces hemos oído esta frase: ¡No estés de ocioso! O aquel adagio que nos recordaba: El ocio es la madre de todos los vicios –concepto acuñado por los griegos-, que sin embargo nos habla que en los momentos de descanso podrían surgir las mejores ideas o las más geniales creaciones, con lo que concluimos que el ocio no es nada malo para nuestras vidas, porque resulta que hace muchos siglos, también los romanos tenían claro el tema, ellos instauraron el famoso –pan y circo- como estrategia de dominación y expansión imperial con el modelo que sigue siendo practicado hoy, en varias partes del mundo.

Ocio y su negación, el negocio, parten de la misma raíz etimológica, por lo tanto son una manera de usar y dividir el tiempo humano. Por ello mutan de acuerdo a los ideales y paradigmas predominantes. Como nuestra sociedad está regida por lo útil, el asunto del ocio se ha transformado en un importante e interesante negocio. No está de más recordar que aquel tan usado eslogan “El turismo es una industria sin chimeneas” -hoy agregamos, libre de contaminación-, expresa el sentido intensivo de producción seriada de utilidades que la industrialización del tiempo libre construye.

En el caso de los jóvenes, la calle manda indicios claros en aquellos que no tienen ocupación, ni motivación alguna que concrete un proyecto a futuro en las condiciones sociales en que se encuentran. El tiempo libre en este perfil juvenil de las clases menos favorecidas, no es la consecuencia de horas trabajadas o estudiadas, sino la expresión absoluta, en una especia de condena social, a la exclusión y el abandono. La cultura popular tiene, en este momento histórico, la tarea de producir planes, acciones y propuestas colectivas que no sólo se opongan a las formas hegemónicas del individualismo, sino que además permitan romper con las soledades y aislamiento que el sistema de vida moderno propugna para aquellos que quedaron afuera de la circulación de bienes.

El ocio y sus señales en la ciudad deben ser puestos en su recorrido histórico, a la luz de la lucha que se da, dentro de la cultura, por él mismo. Puede asumir el modelo de la cultura oficial o dirigirnos hacia estilos contraculturales que expresen la cultura popular.

Para dejar bien establecido si el ocio es creación o repetición, como actitud humana debemos encaminarnos hacia la vinculación con la creación, no tomar formas alienadas y repetitivas como muchos modelos de entretenimiento actuales que nos quieren vender, vía vídeo jueguitos u otros de dudosa factura e intención, que apuntan a absorbernos las horas contemplando o interactuando con la creatividad de otros, no la nuestra, que nos exigen destreza y rapidez de reflejos contestatarios, pero nulos en la exigencia de creación propia.

El más profundo ejemplo de la creatividad durante el tiempo no ocupado, tal vez sea el de los prisioneros en los campos de concentración nazis, que pese a la organización total del tiempo de la institución, que negaba cualquier forma de ocio o momento personal, existieron personas que aún acuciadas por el frío, la tortura sistemática y el hambre, se dedicaron a tallar figuras y objetos en madera u otras a investigar la situación en que se encontraban. Este concepto del goce ocioso de la vida expresa los ideales de libertad más amplios y absolutos del ser humano, desprendido de la necesidad y urgencia de proveerse de alimento y cobijo. Es decir, que ese tiempo lo dediques a cubrir necesidades mentales y hagas lo que más te gusta, aún en casos extremos.

En la polis griega, las razones más importantes de la vida, esto es las leyes, el arte, el erotismo, etc., eran parte del ocio del ciudadano, porque consideraban que durante este lapso, se realizaba la parte más importante del ser humano, entonces cuando hablamos de cultura y ocio, debemos enmarcar este tema en la divisoria de aguas entre la cultura hegemónica y la que pertenece a las clases más necesitadas, dado que en ambas existen formas distintas de divertirse y pasar ese tiempo más personal que el denominado tiempo libre. Ese lapso en el que el sujeto no está obligado a ninguna acción, por lo tanto él decide cómo y con quién pasarlo, durante este proceso, cualquier acción u obligación social quedan momentánea y felizmente  suspendidas. Cultura donde podría establecerse algo, un pequeño retazo de la fuga en la producción del trabajo. El hombre en ese destino se imaginó asimismo como dedicado al goce de vivir.

 

 

 

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