Por José A. Ciccone

Iniciamos este año con la renovada esperanza que las cosas mejoren, en términos generales, para todos los que habitamos este lastimado Planeta donde vivimos. Las imágenes recibidas en estos primeros días de enero, donde vemos una Australia devastada por los incendios, nos indicaron a las claras, que estamos acabando con el medio ambiente y no nos damos cuenta con exactitud, el tamaño del daño provocado. Hace algunos años, cuando el profesor emérito italiano Giovanni Sartori afirmaba que “La tierra explota”, en un libro memorable donde citaba cifras escalofriantes sobre la tragedia global que produciría, entre otras cosas, el brutal crecimiento demográfico en algunos países, nos parecía que exageraba en su apreciación. Hoy todo se nos hace poco cuando hablamos de daños medioambientales, porque la realidad que vivimos nos estalla en la cara todos los días.

Sin ánimo catastrofista, deberíamos repensar sobre este tema y ver qué podemos hacer desde nuestro bastión doméstico, por lo menos, para que las nuevas generaciones todavía puedan beber agua potable, respirar bocanadas de aire puro, oler una flor o alimentarse más o menos sanamente, en una tierra más cuidada y protegida, menos contaminada.

En materia económica, las novedades no parecen inquietar demasiado con un T-MEC en curso: Ya fue aprobado por la cámara baja en EEUU y se espera su votación definitiva a favor en el Senado, para fines de este mes. Este magno acuerdo garantizará intercambio comercial con nuestros vecinos grandes del Norte y trabajo continuo, aún con las reglas impuestas por ellos como un control más efectivo sobre la fabricación de productos en nuestro país y condiciones laborales. Confiamos en nuestra mano de obra calificada y el talento comprobado internacionalmente de la gente mexicana para llevar a cabo, como hace muchos años, los proyectos planteados desde el exterior con el mayor de los éxitos.
Nuestra Baja California sigue creciendo, sorteando problemas y enfrentando retos para seguir adelante. Los cinco municipios gozan de buena salud, en el caso de Tijuana lo vemos todos los días, comercios con mucho movimiento de ventas, edificios nuevos que aparecen cada mes, marcas locales que compiten con las que llegan desde otros puntos de México a este mercado fronterizo, que crece a pesar de todo y contra algunos pronósticos que se plantean con cierto desaliento.

Me lo he preguntado muchas veces, ¿cuándo nos dejaremos de pronosticar tanto y nos pondremos a trabajar fuerte en el presente, sin perder de vista las planeaciones y expectativas? Los pronósticos son buenos, como los del clima, pero no podemos dejar de salir a la calle, encerrarnos, porque anuncian fuertes lluvias y luego sorprende el sol que nos hace arrepentir de nuestra temerosa decisión. Más o menos lo mismo sucede con aquellos pronósticos en la economía, que se argumentan como elementos de peso, cuando en realidad sólo reflejan una parte de la compleja realidad global en el mundo que nos pertenece sí, pero que no podemos controlar ni evitar, sólo observar y tomar recaudos en la medida de nuestra posibilidades. Que si el crecimiento económico estimado de México bajó un punto o medio, que si volvió a subir o se mantuvo estable, todo este cúmulo de información repetida hasta el cansancio, sin mesura ni control, en todos los medios de comunicación, columnas periodísticas y comentarios en redes.

El movimiento de la economía es parte importante de nuestra vida, pero no es todo, démosle la importancia que merece sin descuidar lo que sucede todos los días en nuestras obligaciones de trabajo, como la competitividad, aportaciones novedosas, elevar índices en la producción, salud laboral y mejores condiciones para todos.

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