Mentir para sobrevivir blog

Por José A. Ciccone/Artículo

Están los moderados, los radicales y los intermedios, además de los ‘ambidiestros’ que cambian de mano con una frialdad espantosa y complican aún más el panorama. Parece ser que en materia política se les ha dado por confundir a la gente, utilizan los términos izquierda y derecha sin ton ni son creando un verdadero galimatías con este asunto que, créase o no, todavía suscita el interés de muchos que reclaman claridad en las posiciones.

Estoy cansado, al borde del hartazgo, de oír a comentaristas jóvenes o adultos mayores, condenar a los sistemas de regímenes pasados y sus inclinaciones o filosofías -neoliberales, conservadores, extremistas, populistas más otras yerbas-, en lugar de señalar con nombre y apellido y en su caso enjuiciar, a aquellos pésimos y corruptos funcionarios que mancharon el buen nombre o trayectoria de un partido o identidad política.

La pregunta que hago es: ¿qué tendrán que ver Don Manuel Gómez Morín cuando en 1939 funda el PAN, la honestidad de Don Luis H. Álvarez o la firmeza y pulcritud de Maquío, con alguna bola de zánganos internos, que después hicieron mal uso del nombre y la marcha de ese partido? ¿Dónde quedaron las buenas intenciones y acciones del fundador de las bases del PRI cuando en 1929 Don Plutarco Elías Calles crea el PNR proponiendo un enfoque de justicia social para México, sin prever que lo manejarían mal los gobernantes a futuro? ¿Quién dudó de la integridad de Don Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano cuando en 1989 lanzó el PRD a la arena política mexicana, sin imaginarse que luego, bajo esas mismas siglas, habría bolsas de dinero ilícito sobre una mesa para comprar voluntades? ¿Quiénes fueron capaces de discutirle al hoy presidente Andrés Manuel López Obrador sus sanas intenciones y objetivos transparentes de cumplir primero con los pobres cuando creó Morena?

En ninguno de los casos mencionados, nadie podrá poner en tela de juicio los firmes propósitos de estos líderes honestos, el problema surge después, cuando haciendo oídos sordos de estos principios, toman parte del timón la gente del entorno cercano, que ve por sus intereses y el de los suyos olvidándose de todo lo demás, haciendo trizas la tarea realizada por sus antecesores, desgraciadamente nadie se salva de un señalamiento.

Ahí es donde inicia una batalla para ver quién esgrime más verbo y menos principios, es en ese punto donde comienzan a confundirse izquierda con derecha, supuestos neoliberales insensibles al clamor popular, contra esbozos de socialismo mal trazado, hasta grotesco en su concepción y actuación de alguno de sus actores. Es entonces cuando debemos remitirnos, una vez más a la historia para poner en claro algunos rincones opacos sobre este tema.

Es indudable el abuso generalizado en el término izquierda, dada la variedad y confusión de sus contenidos, donde numerosos partidos en el mundo se adjudican el membrete, cuando en realidad, interminables divisiones y subdivisiones, lejos de favorecer, atomizan a cada fracción por razones ideológicas o pragmáticas además de las personales.

Las denominaciones de izquierda y derecha, nacieron por una razón simplemente circunstancial y de ubicación en los escaños durante la asamblea del 27 de agosto del lejano 1789 en los albores de la Revolución francesa. En ese momento se discutía la supervivencia de ciertos privilegios reales en el nuevo régimen de monarquía constitucional. Aquellos sentados en el sector de la izquierda, fueron muy moderados en sus peticiones al monarca, que sólo consistieron en imponer sustraerle su derecho al veto. Los sentados a la derecha, fueron más severos radicalizando su posición y exigencias.

De este modo poco significativo y muy azaroso, los conceptos de izquierda y derecha se impusieron en los siglos que siguieron, para denominar dos tendencias políticas opuestas en Europa continental y en América Latina, no así en el mundo anglosajón, donde la dicotomía se dio entre conservadores y liberales, aunque este último término con el correr de los años y de manera paradójica, devino en sinónimo de conservador. No menos confusa resultaría después, lo qué tanto derecha como izquierda harían de la mismísima Revolución francesa.

Lo que me queda claro a través de los años vividos, es que los conceptos políticos no son entidades metafísicas definitivas y eternas, sino que se van modificando de acuerdo con las épocas y las circunstancias que las rodean en ese momento. Más allá de diestros o zurdos, la política de nuestros días en México y el mundo, necesita de representantes que porten una historia sana y comprobable que sirvan de ejemplo para los demás. Porque cuando esa historia personal está plagada de rincones oscuros, se fertiliza a los ambiciosos que andan sueltos al acecho de una oportunidad para aventarse ciegamente sobre ella y si ese fuera el caso, hay que agarrarse, porque en ese caso no se salvarían ni los ambidiestros.

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