Por José A. Ciccone
Resulta sorprendente para los que hemos vivido distintas épocas, que hoy se vuelvan a sacudir conciencias con este tema secularmente recurrente. Desde que mataron, a manos de un policía racista que lo asfixió, al ciudadano estadounidense George Floyd y luego en nuestro país, se repite la fórmula policial con el asesinato del albañil Giovanni López en Jalisco porque supuestamente no llevaba cubre bocas, se desató una reacción en cadena de la opinión púbica y la gente salió a las calles para protestar y exigir un cambio definitivo. Como si un fantasma transitara por el mundo dejando una estela de ira y conmoción.
No hay duda que somos producto de una sociedad imperfecta, que aunque en los últimos 70 años experimentó un progreso del orden económico social sin precedente y los derechos políticos logrados superaron en muchos casos hasta los cálculos más optimistas, persiste una desigualdad que se ha profundizado en los últimos años, como consecuencia de malos manejos económicos, miopía social deliberada; un egoísmo para conservar y acrecentar lo material totalmente exacerbado y fuera de control, manejado por cúpulas poderosas –de gobernantes y civiles- que permitieron ese despropósito de desigualdad acendrada, atizando el fuego de la violencia. Como consecuencia, se anuló el sano debate de ideas y lo cambiamos por gritos de cólera y desesperación, en una realidad asfixiante que vivimos. Ante la dificultad para poder cambiar la realidad, optamos por arremeter contra símbolos de nuestro pasado histórico en forma de monumentos u otras presencias físicas.
Se suponía que la educación continua y bien encauzada; un desarrollo económico planeado y la permanente participación ciudadana, en un marco de civilidad y oportunidades extensas, resolverían estos problemas y no pasaríamos de justos movimientos de protesta y libertad de expresión para darles una respuesta a la altura de los acontecimientos, pero vemos tristemente que no es así. La propuesta entonces, es que revisen los gobernantes de cada país donde ocurren estos hechos, empezando por casa, con la mayor seriedad esta hipótesis, o acepten de una vez por todas que esos motores de equidad siguen sin funcionar.
Parece mentira que tengan que pasar estas cosas mal manejadas desde la autoridad, donde se atropellan flagrantemente los derechos de los demás, hasta quitarles la vida en aras del orden, catalogadas como extraordinarias y salvajes, para que nos demos cuenta que esta práctica lleva decenas de años por parte de los cuerpos policiales de casi todo el mundo.
Estos fueron hechos conocidos, pero hay millones de actos injustos en todos los países, relacionados con discriminación, racismo y segregación social que provocan estallidos de todo tipo donde empieza a gobernar el enardecimiento que es uno de los arrebatos primordiales del ser humano cuando clama justicia, aunque esta forma no sea la más aconsejable. El fenómeno de la ira tiñe y configura gran parte de los trazos habituales de la vida cotidiana, no sólo en los mecanismos de representatividad institucional, sino también en los órdenes más íntimos de la existencia. Ese envilecimiento de las costumbres se caracteriza por una persistente búsqueda de culpables singulares; por un sentimiento ebrio de coraje y destrucción ante fenómenos que, aún cuando son terribles y desconsoladores, deben suscitar respuestas menos turbulentas y mejor pensadas, precisamente para el logro de objetivos y que todo no quede reducido a manifestaciones violentas que generalmente cobran más perdidas de vida que la protesta por las cual las motivó y que son poco efectivas en resultados concretos, en logros palpables.
Convengamos que la sacudida social que produjeron estos hechos, también le pega a la publicidad y productos que antaño usaron figuras que hoy se consideran de mal gusto, raciales y discriminatorias. El caso de los hot cakes con la marca Aunt Jemima, acusada de manejar estereotipos racistas, obligada a cambiar de nombre e imagen para seguir operando, más otras marcas que se encuentran en revisión de las autoridades de los Estados Unidos, nos hablan a las claras del momento que estamos viviendo, donde le quieren poner freno y solución a estos actos supuestamente ligados al racismo, para los tiempos que hoy domina la opinión pública a través de las redes sociales. Cada cosa en su lugar y tiempo, ojalá no caigamos en malas decisiones por apresuradas y fuera de contexto.