Por José A. Ciccone
Además del título de un hermoso tango, el encabezado de hoy tiene que ver con todo lo que está ocurriendo a nuestro alrededor y qué esperamos, buenos deseos incluidos, para este 2020 que no para de sorprendernos con hechos que nos quedarán a todos en la memoria por mucho tiempo. Los acontecimientos son tan continuos y de tal celeridad, que ni siquiera pueden pasar por el tamiz necesario de un análisis.
Aunque hay problemas angustiantes sin resolver en el ámbito económico y la inseguridad más la violencia continúan imparables, el Covid-19 -la única pandemia que vivimos en tiempo real en todo el mundo-, se sigue llevando las ocho columnas que leemos, todos los días y a cualquier hora; opiniones, cifras nuevas, comentarios van y vienen sin cesar. Redes sociales calientes envueltas en discusiones sobre el tema.
Hay quienes proponen soluciones irresponsables y descabelladas como aquella del presidente Trump, hace un par de semanas en una conferencia de prensa, cuando entre pregunta y sugerencia, pensaba en voz alta sobre la posibilidad de “desinfectarnos por dentro” para ganar tiempo o quizás facilitarnos un ‘shortcut’. Por fortuna, también hay otras propuestas médicas serias y se está investigando sin descanso, buscando distintas soluciones, vía vacuna u otros medios.
Nadie sabe a ciencia cierta cuando acabará esta situación de crisis sanitaria, se juegan con fechas, números y estadísticas pero son tan solo eso, aproximaciones, pálpitos o especulaciones. A tal grado, que muchos Estados de la Unión Americana y en varios países europeos, entraron en franca desesperación, por la inactividad de su economía, y empezaron por abrir parcialmente sus industrias y poner decididamente en marcha sus negocios, con restricciones y cuidados extremos en algunos casos, pero liberando a los comercios para que levantaran sus persianas y recibieran al público. Vender es la premisa, tratar de recuperar algo de lo perdido en esta extensa y engañosa cuarentena.
Se supone que los números sobre contagiados y fallecidos por el Covid-19, empezarán a bajar y renacerá la esperanza de que esto se vaya diluyendo y termine por desaparecer, o por lo menos que lo podamos controlar de alguna manera, si es que hay que vivir con él.
El segundo gran tema -según mi prisma-, es el que se relaciona con la economía. Vapuleada en todo el mundo, influyó para que los mercados cayeran estrepitosamente debido a una parálisis necesaria para poder controlar el crecimiento del ‘virus enano’ y amenazante. Producto de esa misma inactividad del planeta, que dicho sea de paso se benefició con esta forzosa quietud, regalándonos menos contaminación, ríos más limpios, aire más puro y mares azulados, hasta las pardas agua de Venecia se ven hoy cristalinas.
El poco uso del petróleo, casi nulo en algunos casos, propició una baja tan insólita como inesperada del otrora ‘oro negro’ que hace unas semanas le pagaban al que lo extraía pero para que se quedara con él. No es difícil adivinar que nuestro planeta está inundado de este producto y que ya resultan insuficientes las bodegas y almacenes gigantes para guardarlo.
Con este panorama, la planeación efectiva y anticipada de una reactivación económica, donde la prioridad es la conservación de puestos de trabajo más la creación de nuevas fuentes laborales, será la tarea inminente de los gobiernos en turno, nada será igual, lo sabemos. Tendremos que prepararnos para nuevos desafíos con la mira puesta en la prevención y los trabajos que se puedan llevar a cabo a la distancia, con eficiencia y puntualidad.
Otras labores donde la mano del hombre en contacto con las maquinarias y productos del campo sean absolutamente necesarias, como hasta antes de esta emergencia sin precedentes, donde la guerra es contra un enemigo invisible y microscópico, dañino, contagioso y rápido que tiene como target principal a la raza humana.