Por José A. Ciccone

Los hechos íntimos se comparten en quien depositamos más nuestra confianza, nunca de manera colectiva, porque sino perderían su carácter de privacidad.

A partir del internet y su secuela de redes sociales, más aplicaciones que hacen la vida más ágil en materia de información, la humanidad experimentó una nueva y acelerada forma de enterarse y comunicarse. Es muy común que entre amigos y familia, más los circunstanciales virtuales que nos vamos encontrando por el camino o la navegación cibernética, nos platiquemos cosas, algunos internautas con la dosis de imprudencia elevada, comentan asuntos íntimos que antaño estaban reservados para los más cercanos y que hoy parece ser moneda corriente en el manejo cotidiano entre los ‘amigos de Facebook’, o sea, aquellos con una carga más virtual que real.

Con la novedad que muchos sospechábamos pero que hoy se patentiza en una noticia que sacudió a la opinión pública donde la millonaria compañía del señor Zuckerberg, y su aliado famoso Facebook, admitieron escuchar y transcribir mensajes de voz de Messenger, pero que luego abandonaron esta práctica debido a las críticas que recibieron otras compañías del mismo perfil tecnológico, como Apple y Google, que también habían caído en esta tentación infame de meterse en el mundo de los otros, o sea nosotros, oyendo y copiando lo que se les venga en ganas, aunque aclaran que los usuarios debieron aceptar esta inclusión en el programa, es decir, requirió de su autorización. Lo que nos indica claramente que debemos tener más cuidado y leer –aunque resulten tediosas las letras pequeñas-, todo lo que provenga de estas compañías capaces de brindarnos un buen servicio pero desinteresados totalmente en proteger nuestra intimidad comunicativa. Este hecho tan sonado, suena a “juez y parte” de su lado, porque una cosa es que ellos pongan las reglas del juego y otra muy distinta es que jueguen con las reglas.
Apple manifestó suspender su programa “Siri grading” en el que las personas escuchan fragmentos de conversaciones, según la empresa, para mejorar la tecnología de reconocimiento de voz, tomó esta medida después que el periódico británico The Guardian, a partir de acuciosas investigaciones del caso, informara que los contratistas pagados por las compañías tecnológicas, escuchaban información médica confidencial, tratos criminales e incluso relaciones sexuales, ¿qué tal? Quiere decir entonces, que si este grupo periodístico inglés no habría hecho bien su trabajo de investigación, jamás estas empresas hubiesen frenado esta práctica terrible que rompe toda clase de reglas morales y desvanecen la creencia que sí practican la ética en sus actividades comerciales.

Para terminar de cerrar este círculo más vicioso que virtuoso, la compañía Microsoft también se apuntó admitiendo que utiliza estas prácticas para mejorar sus servicios de voz y nos aclaran, más allá de este papelón, que ellos se esfuerzan por ser transparentes sobre la recopilación y uso de datos de voz, para garantizar que sus clientes puedan tomar decisiones informadas sobre cuándo y cómo se utilizan sus datos. La conclusión a este comunicado sería con un viejo y sabio refrán que reza: “No aclaren que oscurece”.

Mientras tanto, si usted les cree o no -paranoia individual aparte-, seamos más cuidadosos en el uso -no abuso- de estos medios para comunicar nuestros planes privados, de viaje, ubicación personal o familiar, estrategias de trabajos comerciales, de comunicación corporativa o social y otros indicadores confidenciales que quedarían a la mano, no siempre de gente decente, con el mal uso que podemos imaginar.

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