Más que dirigirles una batería de temas a los partidos y sus candidatos en esta elección, el articulista profundiza sobre los retos internos que deberán atender quienes nos pidan el voto.
Por: José Alfredo Ciccone, publicado en Newsweek Baja California.
En Baja California, ya empezamos a sentir el clima electoral para las próximas elecciones que viviremos a mediados de año. Nombres, colores e insignias de las agrupaciones empiezan a hacer ruido comunicativo, que irá en aumento, conforme avancen los días. Si tuviera que preguntarme cuáles serían los temas torales que deberían atender cada partido participante y sus candidatos, la respuesta sería tan compleja como variada, porque si bien es cierto que debe imperar el interés general a la hora de trazar estrategias, con una oferta partidista que satisfaga necesidades que la gente pide a gritos, como podrían ser los casos de inseguridad en aumento, las calles cada día menos transitables, la falta de transparencia en el manejo de los gastos públicos y otras debilidades por el estilo.
También es cierto que cada partido deberá replantearse la forma de hacer política, dejar de ofertar a manos llenas sin saber a ciencia cierta que se pueda cumplir y qué no, porque el genérico está muy lastimado y los ciudadanos cada día creen menos en ella. La política pasó a ser una mala palabra y no precisamente por culpa de la población, sino de aquellos que la ejercen desde el poder haciendo evidente mal uso de ella, por ejemplo, endeudando el país y los estados, más sus municipios, de manera indiscriminada.
El caso de Morena, con su triunfo tan estruendoso como indiscutible, demostró que el votante apoyó más a la esperanza de un cambio que a una realidad, debido a la incertidumbre generalizada, el hartazgo y las ganas de ver otra conducción política. Nadie sabe si este partido podrá cumplir con lo prometido, lo que sí se sabe es que nada será como antes, ese despreciado ‘antes’ que se encargaron de hacer crecer las malas acciones, que todavía hoy se siguen demostrando —vía huachicol— y otras podredumbres por el estilo.
Por estas razones me resulta difícil indicar o establecer prioridades y sugerencias para aquellos que decidan participar en la contienda. Porque cada quien tendrá una tarea distinta; unos recomponiendo su dirección y poniéndose de acuerdo para no seguir peleando entre parientes y que no los devoren desde afuera, además de tomar la decisión de hacer política en serio, no seguir organizando carreras por prebendas con participantes, en algunos casos, neófitos en la materia y en otros, emparentados con la permanente medianía.
Otras instituciones políticas, limpiando la casa y armando las partes rotas de un rompecabezas interno plagado de vicios, oportunismos y figuritas repetidas que dejaron en evidencia, en las elecciones pasadas, su desgaste e inoperancia, alejándose cada día más de la gente.
Están también aquellos partidos pequeños o rezagados, que buscarán su renacimiento mediante fórmulas mágicas que los ponga en movimiento. Y los de la agrupación política que hoy se ve y se siente ganadora, con el compromiso firme de cumplir con eficiencia demostrable la futura conducción del Estado y los municipios, eliminando viejas arrogancias dogmáticas, bajo la tutela y el espejo del Presidente de la República, —que ya no está en campaña— y más que en posibles arrebatos oratorios, ocupa su tiempo tratando de cumplir lo prometido, sin prisas pero sin pausas, bajo la lupa acuciosa de una competencia política minoritaria en términos cuantitativos, pero expectante, más de los errores que pueda cometer el mandatario y su gobierno, que de los aciertos logrados.
La mesa política está servida en el Estado, bienvenidas las propuestas, diferencias que construyen y salidas políticas viables con rasgos de inteligencia y soluciones a tantos problemas que aquejan a nuestra sociedad.